La evolución del arte en la historia de Japón

Arte japones

En Japón se tiene un concepto del arte popular diferente al occidental, centrándose en aspectos de la vida como la religión y la naturaleza, pero también con trazas de elemento narrativo. En un principio el arte se centraba en la religión, siendo una manera de difusión y expresión de los valores budistas y sintoístas, pero luego fue evolucionando y abarcando otras inquietudes humanas como sentimientos y aspiraciones. Éste nacimiento y evolución posterior del arte japonés han venido acompañados de una belleza sencilla, nada recargada, y una magnífica habilidad para expresar mucho con poco.

Veamos los cambios que ha experimentado a lo largo de su historia:

Durante el Periodo Asuka, entre los años 540 y 645, se produjo la llegada del budismo desde China. Esta filosofía traía consigo nuevas maneras de entender el mundo que nos rodea, y también de expresar las emociones, pero también su arquitectura, materializada en los primeros templos o pagodas con sus singulares decoraciones. También influenció la construcción de estatuas de tipo religioso, en materiales como madera y bronce.

Posteriormente y durante el Periodo Nara, entre los años 645 y 794, se potenció la complejidad de la estructura de los templos, aunque con la diferencia de que sus decoraciones interiores eran mucho más austeras. También se empezaron a utilizar metales de mayor calidad en la fabricación de efigies y estatuas.

El refinamiento en la construcción y el diseño llegaron durante los Periodos Heian y Fijiwara, entre los años 794 y 1186, fusionando la tradición arquitectónica propia de Japón con el entorno natural. La principal característica fue la búsqueda de la armonía entre construcción y naturaleza, jardines y estanques pronto se volvieron un elemento común en palacios y templos. También se empiezan a utilizar materiales como la laca y el marfil, y aparece un nuevo elemento que se convertirá en un símbolo de la cultura japonesa, los abanicos decorados.

En el Periodo Kamakura, entre los años 1186 y 1340, llega la influencia del Budismo Zen procedente de China, lo cual se traduce en una simplificación de las estructuras de los templos, así como de su decoración. De esta época proviene el imponente Buda de Kamakura y el makemono, un estilo de pintura efectuada en un rollo de papel y acompañado de extensos textos.

El Periodo Momoyama, entre los años 1573 y 1610, trajo pocos cambios al arte ya que Japón entró en una época de guerras y conflictos entre señores feudales, siendo la única característica destacable el refinamiento de la pintura, que se vuelve también más enfocada a ser un elemento decorativo que a la narrativa o la religión.

Con el Periodo Tokugawa, entre los año 1610 y 1868, la arquitectura japonesa se vuelve recargada, casi de una forma excesiva, mientras que la pintura adquiere un tinte más popular, además de conservar parte de su espíritu evocador y poético.

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